domingo, 4 de noviembre de 2012

FACEBOCK


Eduardo M_32.
Rubén Entrena

        -¿Oiga?, ¿policía? Necesito que vengáis rápido ha la calle Borrguete º3, he escuchado gritos  de socorro de una muchacha en el piso de al lado y nadie responde…

Dos coches patrulla llegaron a la calle específica en unos minutos, se bajaron del coche y se dirigieron a un hombre.

-      ¿Es usted el que ha llamado? - preguntó uno de ellos.
Aquel hombre asintió. 

-¿Y eso?- le dijo el policía señalando su cara, en concreto, un rasguño y parecia reciente.

El hombre levantó  la mano y con los labios dijo: “Na”.

-Tercero B.- dijo después con serenidad. A continuación se marchó.

Subieron tres oficiales a aquel piso, picaron a la puerta. Nadie respondía.

La puerta parecía bien cerrada, uno de ellos se colocó delante de la puerta, armó la pistola y disparó a la cerradura. La puerta podía abrirse, ahora sí que pasaron. 

-¡ Policía!  ¡Salgan con las manos en alto!

En el comedor se podían ver algunos muebles por el suelo, había  tres habitaciones más,  por lo que se separaron, uno al baño, otro a la cocina y el otro a la última habitación el dormitorio.

En el pasillo que daba al dormitorio se podían ver algunas manchas de sangre. El oficial dobló la última esquina con el arma preparada, la bajó enseguida acompañada de unas palabras.

-¡Joder, no puede ser!- se llevó las manos a la cabeza.

Donde había entrado no era un dormitorio era una gran sala de tortura, había cadáveres colgados de el techo con cuerdas. Se podía observar como en la frente de cada muerto había un nombre escrito con sangre. Los empezó a contar. Los demás fueron reuniéndose también en el lugar y tuvieron la misma reacción al ver aquel increíble espectáculo de muerte.

 Uno de ellos fue a mirar a una parte de la sala. Había un escritorio, un bloc de notas con muchos nombres escritos y tachados y un pequeño portátil con webcam. Había abierta la pagina de Facebook

-32- dijo el chico después de acabar de contar. En aquella pestaña de Facebook había aun abierto la cuenta del tipo que tendría que vivir allí: EduardoM_32. También había abierto un chat en el que  se podía leer:

"- Ya csi toy,  calle Borrguete º3 no?
-Exacto.
-K gnas d cnocerte.
-JEJE lo mismo digo :) "

El chat  acababa allí.

El que hasta ahora solo se había quedado parado conmocionado por esto dijo rápidamente.

-Es-ESPERA si en este piso no hay ventanas y nadie ha visto salir de la comunidad a nadie…

-¡Dios, el asesino aun esta aquí!- se giró,  pero rápidamente cayó al suelo.

-¡Oh no!- No le dio tiempo a hacer nada, también cayó con un tajo en el cuello.
-¡Muere cab....!-
Antes de que pudiese apretar el gatillo se tumbó en el suelo por el dolor, no había muerto, aun agonizaba y mientras podía ver como un hombre sonreía y se dirigía a su ordenador, estaba cambiando su nombre de usuario, pero antes de terminar de escribir,  se giró,  sacó una pistola del bolsillo y disparó al ultimo oficial.

Entonces fue cuando puso el ultimo número. Lo que escribió fue: EduardoM_35.



LA TRAMPA TRAS EL CHAT

Todo comenzó desde el Chat. Ella buscaba una nueva alternativa para salir de la soledad que la atormentaba. En ese momento, en uno de esos sitios de
‘’Almas solitarias ’’ vio su foto y se quedó cautivada. bastó un correo para contactarse y desde ese momento comenzó a anidar en su alma una gran ilusión.
Todos los días, a determinadas horas, chateaban y eran charlas profundas. Con buenos augurios, con buenos deseos. Daba la sensación de que era algo sincero por ambas partes. Cada uno comenzó a contar sus cosas, ella con mayor profundidad. Marina se sentía tan segura con él, ya sea por llevarle muchos más años o, tal vez, por la madurez de las palabras con las que él se manifestaba y sobre todo por su historia. Una historia pocas veces escuchada, pero a la que nunca le dio más importancia de la que él le daba. Ella también tenía su historia y ambos pactaron no hacerlas tan extremistas.
las conversaciones se sucedían dia tras día tras día, y ella se enamoraba sin tan siquiera haberlo conocido en persona. Él confesaba lo mismo y ella le devolvía el mismo sentimiento.
Él comenzó con problemas familiares, y económicos y ella era tan comprometida con las personas que quería y se preocupaba hasta tal punto que le envió una pequeña suma de dinero para poder ayudarlo y tratar de slvar momentáneamente sus dificultades.
Mientras todo eso ocurría ambos proyectaban formar una familia. Ambos o al menos ella, creía que había conseguido al hombre que siempre había buscado. hubo situaciones en que ella se desilusionaba creyendo que él ya no deseaba estar más en contacto, pero él siempre buscaba la manera de darle tranquilidad y con decir
‘’te amo’’ ella lo creía y esperaba lo que tenía que esperar, porque realmente amaba a aquel desconocido hombre.
Llegó el momento de conocerse y quedaron en una parada  de bus, mientras esperaba  le vino un señor en un coche y le dijo ser el padre de su amado, es decir el padre del chico con quien ella siempre chateaba. le pidió que subiera al coche que la llevaría a su casa a ver a su hijo. No sabia lo que le esperaba. Marina se confió de lo ilusionaba que estaba, este señor era el mismo que se había hecho pasar por Lucas.
Los días, y como con ella muchas pobres niñas inocentes que cayeron en su trampa, ! A mitad de camino fingió que había pinchado una rueda en la zona de la montaña donde nadie pasaba, y al bajar, ella del coche, él agarró sus brazos violentamente, la ató, y la metió detrás de los asientos traseros y la violó, abuso de ella, y la dejo tirada en la cuneta. Solo podía llorar, estaba como inconsciente. Al poco rato pasó un hombre por allí y enseguida la llevó al Hospital, llamaron a sus padres y la policía . Hasta el dia de hoy que no lo han pillado. Aquí se acaba esta historia tan triste y verdadera, como tantas chicas y niñas inocentes caen en las redes de abusos y mentiras. Aunque ellas denuncien esas personas malas siguen haciendo el mal, y por mucho que denuncien, el daño ya está hecho, psicológicamente esas chicas o niñas se quedarán marcadas y esos recuerdos siempre irán con ellas.

Ana Beltran

FIN

FACEBOCK
Y allí estaba, tendida en el asfalto, ridiculizada y engañada.
Todo empezó hace dos meses.
Soy una adolescente de 15 años, alta, rubia y con unos grandes ojos verdes.
Nunca he tenido muchos amigos, de hecho, estoy sola.
Nadie habla conmigo desde hace tres años. Parece que les de asco mi presencia, que oliera mal, e incluso, en ocasiones me han mirado con cara de asco que me ha echo pensar que no fuera nada en este mundo, como si tuviera algún tipo de enfermedad.
Me siento mal conmigo misma,frustrada, hundida...
Tengo una red social, Facebook.
Nunca me conecto, ya que no es casual que tenga novedades. Tampoco chateo, apenas tengo un amigo agregado, mi madre.
Pero un día de intenso aburrimiento, me conecté. Y observé que tenía una solicitud de amistad. Al principio pensé que eran mis compañeros que habían creado un perfil falso con mi nombre y con fotos de modelos desnudas, como ya me ocurrió en una ocasión. Pero luego vi que era un tal: Alejandro García López.
Miré su perfil, sus fotos. Era guapísimo, no dudé en agregarlo.
Entonces, él me escribió. Poco a poco nos fuimos conociendo y cada día me conectaba solo para hablar con él. Se lo contaba todo. Lo extraño es que él a mí no mucho.
Pero me daba igual, él me gustaba u pensé en muchas ocasiones que yo a élñ también.
Un día me pidió fotos mías un poco eróticas.
Yo, después de haberlo dudado, accedí. Le mandé 17 fotos. Él, en cambio, me envió una a mí sin camiseta; los dos nos gustamos.
Entonces, él me propuso quedar a solas, yo no dudé y acepté. Nos pusimos de acuerdo en el día y la hora; mañana a las 16:30h.
Estaba deseando que llegara mañana para verlo en persona y poder llegar a algo más que en el chat.
Así pasó. Ya era sábado. Me puse muy guapa. Cogí el bus que me dejaba exactamente donde había quedado con él.
Durante el trayecto, iba pensando como sería nuestra cita, en qué pasaría, como sería el en persona... Tenía muchas ilusiones en verlo, quizás demasiadas.
El bus paró. Bajé. No había nadie en la calle. Estaba desierta. Pero de pronto, salieron como veinte adolescentes con algunas caras conocidas para mí. Intenté evitarlos, pero no pude. Me encerraron en un círculo del cual yo quería morir. Me empezaron a insultar y sacaron las fotos que envié a ese tal ''Alejandro'', se burlaron sobre ellas. Tenían miles de copias.
Yo, ya deduje que no existía ningún tal ''Alejandro''.
Todo había sido una farsa. No dije nada. Callé y dejé que ellos actuaran como quisieran. Gran error... 
                               Laura Castro Romero