Eduardo M_32.
Rubén
Entrena
-¿Oiga?, ¿policía? Necesito que vengáis rápido ha
la calle Borrguete º3, he escuchado gritos de
socorro de una muchacha en el piso de al lado y nadie responde…
Dos
coches patrulla llegaron a la calle específica en unos minutos, se bajaron del coche y
se dirigieron a un hombre.
-
¿Es usted el que ha llamado? - preguntó uno de ellos.
Aquel hombre asintió.
-¿Y eso?- le dijo
el policía señalando su cara, en concreto,
un rasguño y parecia reciente.
El hombre levantó la mano
y con los labios dijo: “Na”.
-Tercero B.- dijo después con serenidad. A continuación se
marchó.
Subieron tres oficiales a aquel piso, picaron a la puerta. Nadie respondía.
La puerta parecía bien cerrada, uno de ellos se colocó delante de la puerta, armó la pistola
y disparó a la cerradura. La puerta podía
abrirse, ahora sí que pasaron.
-¡ Policía! ¡Salgan con las manos en alto!
En el
comedor se podían ver algunos muebles por el suelo, había
tres habitaciones más, por lo que
se separaron, uno al baño, otro a
la cocina y el otro a la última habitación el dormitorio.
En el pasillo que daba al dormitorio se podían ver
algunas manchas de sangre. El
oficial dobló la última esquina con el arma preparada, la bajó enseguida acompañada de unas
palabras.
-¡Joder,
no puede ser!- se llevó las manos a la cabeza.
Donde había entrado no era un dormitorio era una gran sala de tortura, había cadáveres colgados
de el techo con cuerdas. Se podía observar
como en la frente de cada muerto había un nombre escrito con sangre. Los empezó a contar. Los
demás fueron reuniéndose también en el lugar y tuvieron la misma reacción al ver aquel
increíble espectáculo de muerte.
Uno de ellos fue a mirar a una parte de la sala. Había un escritorio, un bloc de notas con
muchos nombres escritos y tachados y un pequeño portátil con
webcam. Había abierta la pagina de Facebook
-32- dijo el chico después de acabar de contar. En aquella
pestaña de Facebook había aun abierto la cuenta del tipo que tendría que vivir allí:
EduardoM_32. También había abierto un chat en el que se podía leer:
"- Ya csi toy, calle Borrguete º3 no?
-Exacto.
-K gnas d cnocerte.
-JEJE lo mismo digo :) "
El chat acababa allí.
El que hasta ahora solo se había quedado parado conmocionado por esto dijo rápidamente.
-Es-ESPERA si en este piso no hay ventanas y nadie ha visto
salir de la comunidad a nadie…
-¡Dios, el asesino aun esta aquí!- se giró, pero rápidamente cayó al
suelo.
-¡Oh no!- No le dio tiempo a hacer nada, también cayó con un
tajo en el cuello.
-¡Muere cab....!-
Antes
de que pudiese apretar el gatillo se tumbó en
el suelo por el dolor, no había muerto, aun agonizaba y mientras podía ver como un hombre sonreía y
se dirigía a su ordenador, estaba cambiando
su nombre de usuario, pero antes de terminar de
escribir, se giró, sacó una pistola del bolsillo y disparó al
ultimo oficial.
Entonces fue cuando puso el ultimo número. Lo que escribió fue:
EduardoM_35.
LA
TRAMPA TRAS EL CHAT
Todo comenzó desde el Chat. Ella buscaba una nueva alternativa
para salir de la soledad que la atormentaba. En ese momento, en uno de esos
sitios de
‘’Almas solitarias ’’ vio su foto y se quedó cautivada. bastó
un correo para contactarse y desde ese momento comenzó a anidar en su alma una
gran ilusión.
Todos los días, a determinadas horas, chateaban y eran charlas
profundas. Con buenos augurios, con buenos deseos. Daba la sensación de que era
algo sincero por ambas partes. Cada uno comenzó a contar sus cosas, ella con
mayor profundidad. Marina se sentía tan segura con él, ya sea por llevarle
muchos más años o, tal vez, por la madurez de las palabras con las que él se
manifestaba y sobre todo por su historia. Una historia pocas veces escuchada,
pero a la que nunca le dio más importancia de la que él le daba. Ella también
tenía su historia y ambos pactaron no hacerlas tan extremistas.
las conversaciones se sucedían dia tras día tras día, y ella
se enamoraba sin tan siquiera haberlo conocido en persona. Él confesaba lo
mismo y ella le devolvía el mismo sentimiento.
Él comenzó con problemas familiares, y económicos y ella era
tan comprometida con las personas que quería y se preocupaba hasta tal punto
que le envió una pequeña suma de dinero para poder ayudarlo y tratar de slvar
momentáneamente sus dificultades.
Mientras todo eso ocurría ambos proyectaban formar una
familia. Ambos o al menos ella, creía que había conseguido al hombre que
siempre había buscado. hubo situaciones en que ella se desilusionaba creyendo
que él ya no deseaba estar más en contacto, pero él siempre buscaba la manera
de darle tranquilidad y con decir
‘’te amo’’ ella lo creía y esperaba lo que tenía que esperar,
porque realmente amaba a aquel desconocido hombre.
Llegó el momento de conocerse y quedaron en una parada de bus, mientras esperaba le vino un señor en un coche y le dijo ser el
padre de su amado, es decir el padre del chico con quien ella siempre chateaba.
le pidió que subiera al coche que la llevaría a su casa a ver a su hijo. No
sabia lo que le esperaba. Marina se confió de lo ilusionaba que estaba, este
señor era el mismo que se había hecho pasar por Lucas.
Los días, y como con ella muchas pobres niñas inocentes que
cayeron en su trampa, ! A mitad de camino fingió que había pinchado una rueda
en la zona de la montaña donde nadie pasaba, y al bajar, ella del coche, él
agarró sus brazos violentamente, la ató, y la metió detrás de los asientos
traseros y la violó, abuso de ella, y la dejo tirada en la cuneta. Solo podía
llorar, estaba como inconsciente. Al poco rato pasó un hombre por allí y
enseguida la llevó al Hospital, llamaron a sus padres y la policía . Hasta el
dia de hoy que no lo han pillado. Aquí se acaba esta historia tan triste y
verdadera, como tantas chicas y niñas inocentes caen en las redes de abusos y
mentiras. Aunque ellas denuncien esas personas malas siguen haciendo el mal, y
por mucho que denuncien, el daño ya está hecho, psicológicamente esas chicas o
niñas se quedarán marcadas y esos recuerdos siempre irán con ellas.
Ana Beltran
Ana Beltran
FIN
FACEBOCK
Y allí estaba, tendida en el asfalto, ridiculizada y
engañada.
Todo empezó hace dos meses.
Soy una adolescente de 15 años, alta, rubia
y con unos grandes ojos verdes.
Nunca he tenido muchos amigos, de hecho,
estoy sola.
Nadie habla conmigo desde hace tres años.
Parece que les de asco mi presencia, que oliera mal, e incluso, en ocasiones me
han mirado con cara de asco que me ha echo pensar que no fuera nada en este
mundo, como si tuviera algún tipo de enfermedad.
Me siento mal conmigo misma,frustrada,
hundida...
Tengo una red social, Facebook.
Nunca me conecto, ya que no es casual que
tenga novedades. Tampoco chateo, apenas tengo un amigo agregado, mi madre.
Pero un día de intenso aburrimiento, me
conecté. Y observé que tenía una solicitud de amistad. Al principio pensé que
eran mis compañeros que habían creado un perfil falso con mi nombre y con fotos
de modelos desnudas, como ya me ocurrió en una ocasión. Pero luego vi que era
un tal: Alejandro García López.
Miré su perfil, sus fotos. Era guapísimo,
no dudé en agregarlo.
Entonces, él me escribió. Poco a poco nos
fuimos conociendo y cada día me conectaba solo para hablar con él. Se lo
contaba todo. Lo extraño es que él a mí no mucho.
Pero me daba igual, él me gustaba u pensé
en muchas ocasiones que yo a élñ también.
Un día me pidió fotos mías un poco
eróticas.
Yo, después de haberlo dudado, accedí. Le
mandé 17 fotos. Él, en cambio, me envió una a mí sin camiseta; los dos nos
gustamos.
Entonces, él me propuso quedar a solas, yo
no dudé y acepté. Nos pusimos de acuerdo en el día y la hora; mañana a las
16:30h.
Estaba deseando que llegara mañana para
verlo en persona y poder llegar a algo más que en el chat.
Así pasó. Ya era sábado. Me puse muy guapa.
Cogí el bus que me dejaba exactamente donde había quedado con él.
Durante el trayecto, iba pensando como
sería nuestra cita, en qué pasaría, como sería el en persona... Tenía muchas
ilusiones en verlo, quizás demasiadas.
El bus paró. Bajé. No había nadie en la
calle. Estaba desierta. Pero de pronto, salieron como veinte adolescentes con
algunas caras conocidas para mí. Intenté evitarlos, pero no pude. Me encerraron
en un círculo del cual yo quería morir. Me empezaron a insultar y sacaron las
fotos que envié a ese tal ''Alejandro'', se burlaron sobre ellas. Tenían miles
de copias.
Yo, ya deduje que no existía ningún tal
''Alejandro''.
Todo había sido una farsa. No dije nada.
Callé y dejé que ellos actuaran como quisieran. Gran error...
Laura
Castro Romero